Ficha 14: La evolución económica del terrismo
NAHUM, B. Manual de Historia del Uruguay. Tomo: 1903-2010.
Montevideo. Ediciones de la Banda Oriental.2017
"La política económica del terrismo debió desarrollarse entre
las presiones derivadas de la crisis económica mundial y las ejercidas por las
poderosas gremiales patronales reunidas en el Comité de Vigilancia Económica.
Había que recompensarles el apoyo prestado al Golpe y atender situaciones (como
la del agro) que comprometían al país entero; pero a la vez proteger a éste, y
a su población, de las consecuencias sociales de la caída de las exportaciones
y de la desvalorización de la moneda.
Estas circunstancias -a menudo contradictorias- imprimieron a
la política económica un carácter pragmático, pero de aspecto vacilante, donde
el apoyo de hoy a un sector se compensaba mañana con medidas opuestas
favorables a otro. Así, se benefició primero a los ganaderos con rebaja de
impuestos y consolidación de deudas; luego a los industriales, premiando la
sustitución de importaciones; después al capital extranjero (bancos,
acreedores), con la eliminación de monopolios estatales y arreglo de la deuda
externa.
Lentamente se produjo una recuperación económica, que
permitió un crecimiento del producto bruto interno de 9% entre 1930 y 1938.
Pero que su distribución por habitante fuera 3% menor, revela que ese
crecimiento benefició a los sectores sociales altos y que los bajos sufrieron
una pérdida en sus niveles de ingreso. La desocupación, la política hostil del
Gobierno hacia los sindicatos, la débil organización de éstos, son factores que
explican la distribución regresiva del ingreso por cabeza en esta década.
Intervencionismo
estatal
También en su intervención en el área económica, el Estado
terrista tuvo actitudes contradictorias. Respondiendo al deseo de los grupos
económicos (ganaderos, industriales, inversores extranjeros) que lo
respaldaron, el régimen terrista pareció hostil a embarcar al Estado en áreas
de interés para el sector privado. Así, fue notorio que la "Ley
Baltar", nombre del diputado riverista que la presentó en 1936, al derogar
la posibilidad que tenían las empresas estatales existentes de declarar nuevos
monopolios, apuntó en primer término contra ANCAP, porque su Ley
Orgánica establecía el monopolio de las importaciones de combustibles cuando
sus refinerías produjeran la mitad de la nafta consumida en el país. La presión
del trust mundial del petróleo, demasiado poderoso para una nación pequeña,
obtuvo la imposición de ese freno, así como la firma de los contratos del 10 de
enero de 1938, entre el organismo estatal y las filiales locales de la Standard
Oil y la Shell, por los cuales el país
se veía obligado a renunciar al monopolio de la comercialización de
combustibles dentro de fronteras. Por el contrario, en el campo de la energía
hidroeléctrica Terra revitalizó su vieja defensa de una represa sobre el rio
Negro. Es cierto que el tamaño de la obra excedía en mucho las
posibilidades del capital local, y que éste pudo pensar que lo más conveniente
a sus intereses era que el Estado asumiera los costos de proporcionar energía
barata a la industria. Pero igual es destacable el tesón con que Terra
empujó el proyecto (que empezó a llevar a cabo la empresa alemana Siemens en
1937), colocando en manos de la empresa estatal UTE el monopolio de hecho de la
generación y distribución de la energía hidroeléctrica en el país
Un caso especial, quizás porque representaba mejor que
ninguno la postura que según el terrismo debía asumir el Estado en el área
económica, lo constituyó la fundación de la Cooperativa Nacional de Productores
de Leche (CONAPROLE). Buscando asegurar la producción, higiene y amplia
distribución de un alimento de primera necesidad, y estimular a la vez a
pequeños productores rurales, el Poder Ejecutivo presentó en 1935 un proyecto
de ley que instituta la empresa Con capital proporcionado por el Estado se la
instalaba, pero su dirección quedaba en manos de los productores remitentes de
leche a usina, como cooperativistas. Esa mezcla de capital oficial y privado,
donde el primero servía de soporte al segundo para luego apartarse, fue lo más característico
de un sector político como el terrismo que, proviniendo del batllismo, no
adopto su funco estatismo y defendió al capital privado.
Sin embargo, ni el Estado dejó de crecer ni su personal se
hizo menos numeroso. Al contrario, las cifras de empleos presupuestados
pasaron, según Henry Finch, de 30.100 funcionarios en 1924-25, a 33.000 en 1932
y a 39.400 en 1937. Ello permitió a Gustavo Gallinal afirmar: "La
dictadura comenzó a practicar en gran escala la política del empleo público y
el favoritismo se infiltró hasta la médula en la administración nacional, en los
entes autónomos, en las administraciones municipales" (Uruguay hacia
la dictadura, 1938, p. 260).
Comercio exterior
Una de las medidas más generalizadas de lucha contra la
crisis económica mundial fue el contralor del comercio exterior y de
los cambios (las divisas extranjeras con las que se adquiría afuera lo que
el país necesitaba). Guiado por la política de "comprar a quien nos
compre" (y nos pague, entonces, con divisas) el Estado acentuó un "dirigismo
económico" que fijó cuotas de importación por países y por rubros y
diverso valor en pesos uruguayos a las divisas que ingresaban por exportaciones
del agro, de la industria o de los servicios. Cuando el Banco de la República
fijaba un precio bajo (en pesos uruguayos) por los dólares que entraban por la
venta de lana en el exterior, y a la vez fijaba un precio alto para vender esos
dólares a los importadores, se producían al menos tres efectos: el Estado se
quedaba con la diferencia de cotización entre la compra y la venta de las
divisas (que él monopolizaba); los ganaderos protestaban porque el Estado les
"quitaba" una parte (un tercio, quizás) del valor real del producto
exportado; los importadores también protestaban porque debían disminuir sus
compras en el exterior, ya que les resultaba caro en pesos cualquier articulo
extranjero cotizado en dólares (o en libras esterlinas, o en francos).
El Estado lograba así recursos que suplían la caída de
ingresos aduaneros; y disminuían las importaciones y se reducían los déficits
de la balanza comercial y la de pagos, que debilitaban la firmeza del peso
uruguayo. En octubre de 1934 se creó la Comisión Honoraria de Importación y
Cambios para encargarse del contralor del comercio internacional. Tuvo una
fuerte representación de gremiales patronales como la Cámara de Comercio, de
Industrias, Asociación Rural, Federación Rural. La asignación de divisas o de
un permiso de importación a cada persona que quisiera traer artículos del
exterior, se prestó a favoritismos políticos y amistosos que nada tenían que
ver con las conveniencias económicas nacionales. El Estado terrista pudo,
asignando o no una cuota, darle vida o muerte a una empresa, a una industria, a
una compañía extranjera.
La "cuotificación" se impuso por la escasez de
divisas: si se vendía carne congelada a Inglaterra, el Banco de la República,
que percibía las libras esterlinas por la operación, se las vendía, al precio
que él fijaba, a los importadores que designara el Contralor (o a las empresas
que se desgañitaban pidiendo "cuotas" de libras para enviar a Londres
como dividendos de sus acciones; ferrocarril, tranvía, gas, etc.).
Así, al controlarse la importación, se cuidaba la balanza
comercial y la de pagos, se defendía el peso uruguayo, se protegía a la
industria nacional.
Este mecanismo se aplicaba, fundamentalmente, transfiriendo
parte de la renta del agro, cuyos productos constituían el grueso de la exportación,
a la industria, al comercio, los servicios o el Estado. Así se explica la
presión y los reclamos de los ganaderos al Estado, y luego de los industriales,
y después de los acreedores extranjeros: cada uno procuraba obtener el apoyo de
quien podía decidir su suerte, otorgando un tipo de cambio favorable, o una
cuota de importación, o un permiso de remesa de dividendos: el Estado.
Moneda
En una primera etapa, respondiendo al apoyo que los ganaderos
le habían prestado al Golpe, el régimen trató de contemplarlos, otorgándoles
una parte de las divisas obtenidas con sus exportaciones para que las vendieran
en el mercado libre, a un precio notoriamente superior en pesos uruguayos
("cambio compensado") al "oficial" que les daba el Banco de
la República.
Pero esa concesión tenía un límite: las necesidades del
Estado para pagar el Presupuesto, la Deuda Externa o la deuda comercial que en
el exterior mantenían los importadores, ya que sin algunos de esos artículos el
país no podía funcionar (por ejemplo, combustibles).
Entonces al Ministro de Hacienda, Dr. César Charlone, se le
ocurrió una solución al apremio del Estado que le valió en la época el apodo de
Fu-Man-Chú, por alusión a un famoso mago chino contemporáneo: atribuirle mayor
valor al oro depositado en el Banco de la República como respaldo de la moneda
uruguaya (aprovechando la devaluación de las principales divisas: dólar, libra,
franco), y emitir entonces más pesos con la misma cantidad de oro como encaje.
Es la Ley de Revalúo de 1935, que permitió la emisión de casi 50
millones de pesos uruguayos adicionales sin modificar su respaldo oro legal. La
mayor parte de la suma se dedicó a aliviar a los ganaderos: primas a la
exportación, rebaja de contribución inmobiliaria, prórroga de deudas hipotecarias.
Una cantidad mucho menor se destinó a educación y pensiones a la vejez. La ley
creó también el Departamento de Emisión dentro del Banco de la República,
encomendándole los asuntos relativos a la moneda nacional e integrándolo, como
ya se dijo, con representantes de gremiales patronales del agro, industria y
comercio, en un intento de hacer participar a las "fuerzas vivas" en
la política monetaria del país.
En 1938, una segunda Ley de Revalúo completó el plan de
Charlone, modificando ahora el respaldo oro establecido por la ley original de
1862: de g 1,556 de oro, el peso uruguayo pasó a tener g 0.585018 de respaldo,
lo que significó una pérdida de valor (devaluación) de 62%. Otra vez se pudo emitir más con la
misma cantidad de oro y esos pesos se emplearon para cubrir gastos del Estado,
deudas y obras públicas.
Es claro que en ambas oportunidades, la mayor cantidad de
dinero circulante provocó inflación, y el aumento del costo de vida perjudicó
en primer lugar a los sectores de ingresos rígidos: asalariados, empleados,
jubilados.
El crecimiento de
la industria
En este periodo la industria creció notoriamente, estimulada
por una política de sustitución de importaciones impuesta a muchos
Estados latinoamericanos por la crisis económica mundial. Si esta había
afectado tan profundamente como sabemos los canales del comercio internacional,
una forma de protección que emplearon casi todos los países fue comprar del
exterior lo menos posible para evitar la salida de divisas escasas por la
reducción de sus exportaciones. Para no comprar determinados artículos afuera, había
que producirlos dentro de fronteras se evitaba la salida de divisas, se
estimulaba a la industria nacional, se creaban fuentes de trabajo, ingresaban
nuevos fondos a las arcas fiscales por el cobro de impuestos a las nuevas
fábricas.
El régimen terrista mantuvo algunas medidas adoptadas por el
Consejo Nacional de Administración en beneficio de la industria nacional
(aranceles aduaneros, ley de etiqueta para productos nacionales) y prorrogó
otras: en 1935, la ley de franquicias que eximia del pago de impuestos a la
importación de maquinarias a las fábricas que se instalaran o ampliaran; las
industrias nuevas gozarían de la exención del pago de patente de giro y
contribución inmobiliaria por diez años. Antes se había creado una nueva forma
comercial: la sociedad de responsabilidad limitada, que hizo posible el
surgimiento de empresas medianas en capital y producción.
Además, la política de comercio exterior y de cambios
producía variadas formas indirectas de protección a la industria nacional. El
control de las importaciones y su descenso, estimulaba la aparición de sustitutos
locales en un mercado que se sabía protegido; la desvalorización de la moneda encarecía
el producto extranjero y casi obligaba a consumir el nacional; la fuerte desocupación
en los rubros exportables más afectados, puso a disposición de los industriales
una mano de obra abundante y, por ello, barata.
El crecimiento industrial está demostrado en las cifras
relevadas por los censos de la década del treinta.
El valor agregado de la industria pasó de 75 millones de
pesos en 1930 a 116 millones en 1938 (+55%).
La producción subió casi 54%, con mayor incidencia de las
industrias llamadas dinámicas (caucho, metalúrgica, refinación de
petróleo)-93%-que de las tradicionales (frigoríficos, textiles, curtiembres)
con un 38%.
Consecuentemente, creció el número de obreros industriales:
de 54 mil en 1930 a 66 mil en 1937 (22% más)
La tasa de crecimiento industrial osciló entre 3 y 4% anuales
de 1931 a 1936, y llegó casi a 13% entre 1936 y 1938.
Aunque la actividad de la recién fundada ANCAP influyó
notoriamente en estos guarismos igual resulta claro el crecimiento global de la
industria nacional, sobre todo en el sector destinado a satisfacer el mercado interno,
en pequeñas empresas que muchas veces superaban apenas el nivel artesanal. Ello
alivió sólo parcialmente la dependencia del exterior, sin embargo, porque las
nuevas industrias locales acrecieron la demanda de algunas materias primas,
maquinarias y combustibles, todos los cuales provenían del exterior.
Estancamiento del
agro
El Censo de 1930 revelaba que había menos vacunos y ovinos
que en 1908: 7:1 contra 8:2, 20:5 contra 26:3. El retroceso se debía a factores
antiguos de la estructura de producción pecuaria, latifundio, falta de praderas
mejoradas, a los que se sumaban ahora los efectos de la crisis mundial: caída
de volúmenes y de precios de los productos ganaderos, retracción de clientes
principales (Inglaterra, por los convenios de Ottawa en 1932).
El régimen terrista intentó cambiar el panorama rural creando
una Comisión de Mejoramiento Ovino y otra sobre Forrajes en 1935: a través de
concursos y otros estímulos se quiso impulsar la mestización y la difusión de
forrajeras. En un plano más concreto, el de los impuestos, se rebajó en 10%
la contribución inmobiliaria rural; se consolidó su pago para los morosos a 10
años; se suspendió por 5 años la amortización de sus préstamos con el Banco
Hipotecario; se rebajaron los intereses de tales préstamos. Fue la época
-la primera etapa del régimen-más favorable al sector ganadero, que no pudo
mantenerse porque los reclamos de otros sectores (industriales, inversores
extranjeros) y las propias necesidades del Estado, lo obligaron a variar de
orientación y aplicar una política cambiaria-como se vio- en desmedro de los
ganaderos.
Por su parte, la actuación del reciente (1928) Frigorífico
Nacional no pudo desarrollarse como se quería. Como ya sabemos, su escasa
capacidad de producción estaba determinada por una débil asignación de bodegas,
lo que recortaba su potencial de comercialización. El trust norteamericano,
propietario de los otros tres frigoríficos "uruguayos", seguía
marcando modalidad, fijando precios a los ganaderos, distribuyendo bodegas y
reservándose los mercados de consumo.
El régimen terrista intentó abrir nuevos mercados de consumo
entrando en la modalidad de trueque, que impusieron en la década países sin
divisas como Alemania e Italia.
Incluso se sometió a las condiciones que quiso imponerle
Inglaterra, en los resquicios que dejaba el acuerdo de ésta con sus dominios
ganaderos en Ottawa (Convenio Cosio-Hoare de 1935).
Nada modificó la situación de deterioro del agro, pudiéndose
anotar sólo que los censos revelaron la completa mestización del stock bovino
en estos años, terminando un largo recorrido que se había iniciado décadas
atrás.
Política social
Se dijo que la crisis económica afectó a las clases populares
por la falta de trabajo y la caída del salario.
El terrismo utilizó diversas medidas para enfrentar la
situación social preocupante que tales hechos acarreaban.
La más corriente era construir obras públicas para absorber
desocupados: el régimen invirtió 30 millones de pesos entre 1935 y 1937 en
ellas, incluyendo la gran represa de Rincón del Bonete. El Estado actuó también
como empleador, aumentando significativamente la burocracia estatal: ya
conocemos estimaciones que hablan de 33.000 funcionarios en 1932 y de casi 40.000
en 1937.
Otro tipo de medida como las ya establecidas por el criticado
Consejo Nacional de Administración fijación de precios de artículos de primera
necesidad, subsidios a la carne, rebaja de alquileres (10%). Para enfrentar
problemas graves de alimentación, se establecieron comedores populares y luego un
Instituto de Alimentación Científica de Pueblo (1937), que proporcionaba comidas
baratas o gratuitas.
El mismo año se creó el Instituto Nacional de Viviendas Económicas
para aliviar el problema de la vivienda a sectores populares mediante venta o
arrendamiento.
Con el argumento de que el ingreso de extranjeros agravaba la
desocupación, el Gobierno restringió la inmigración, no disimulando su
intención de impedir el ingreso de "agitadores" sociales y de
centroeuropeos, matiz político y racial, respectivamente proveniente de algunos
círculos de gobierno con simpatías fascistas A estos últimos se debe también la
elaboración del Código Penal de 1934, que contenía llamativas coincidencias
con el contemporáneo de la Italia fascista
El Estado terrista unificó el sistema jubilatorio y
pensionario creando en 1934 la Caja de Jubilaciones de la Industria Comercio
y Servicios Públicos. Se amparó a trabajadores industriales y del comercio
que no tenían derecho a jubilación, se lo extendió a los patrones se redujo el
aporte patronal del 9 al 6% y se mantuvo el de los empleados en 5% El objetivo
fue racionalizar el sistema eliminando abusos, pero en 5 años se registraron
más de veinte mil nuevas jubilaciones.
En el campo de la
legislación laboral, no se produjeron notorios avances Se implantó la licencia
paga de dos semanas, pero se eliminaron, a la vez, diecisiete feriados. Se
intentó reglamentar el derecho de huelga tanto por temor a los "agitadores
profesionales" como por admiración a la "disciplina impuesta en el
sector del trabajo por los fascismos de la década.
El Código del Niño (1934) prohibió el trabajo a menores entre
12 y 14 años y estableció que en la licencia por maternidad se abonara la mitad
del salario de la trabajadora. La actividad sindical fue irregular a la
división en tres centrales del movimiento obrero se agregaba la política
represiva del régimen, la caída del salario, el aumento de la desocupación Fueron
años duros para los obreros, porque el terrismo se comprometió con los gremios
patronales, porque la crisis de la época golpeaba a los salarios y a la
ocupación, porque la ideología del régimen estaba más cerca de "Roma"
(fascistas) que de "Moscú" (comunistas)
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