Ficha 13: Efectos de la crisis de 1929 en el Uruguay


“La crisis económica mundial de 1929 tuvo su origen formal en la quiebra (crack) de la Bolsa de Valores de Nueva York, en octubre de ese año. Al mes, las acciones que en ella se cotizaban, representativas de las mayores empresas del país, habían perdido la mitad de su valor y seguían cayendo. La caída se extendió a la industria, al comercio, a la banca, a la agricultura, y pronto la entera economía se estancó. Estados Unidos había emergido de la Primera Guerra Mundial como la principal potencia militar del orbe; pero también como la más fuerte económica y financieramente, habiendo pasado de deudor de Europa a acreedor del mundo. Sus inversiones en Alemania contribuyeron a levantar la economía de ésta, permitiéndole pagar las "reparaciones" de guerra a Francia e Inglaterra, con cuyo dinero éstas, a su vez, empezaron a pagar a Estados Unidos las "deudas" interaliadas.

Ese ejemplo alcanza para comprender la influencia decisiva de Estados Unidos en la economía mundial, ya que él sólo fue capaz de reactivarla sacándola de la crisis de posguerra.

Cuando se desató en su seno la crisis del 29, el contagio del mal se produjo rápidamente a través de los canales comerciales, financieros y bancarios que lo unían a Europa, América Latina y el resto del mundo (con la relativa excepción de la URSS, de economía aislada por decisión política de propios y extraños).

Como productores de materias primas que se exportaban a Europa y Estados Unidos, y receptores de artículos manufacturados de esa procedencia, los países latinoamericanos sufrieron rápidamente los primeros efectos de la crisis: caída de los precios internacionales de las materias primas, reducción drástica de los volúmenes exportados, desaparición de capitales externos disponibles para ser invertidos, barreras proteccionistas que cerraban los mercados europeos a los escasos artículos industriales que podían exportar. Como todo apuntaba a paliar la crisis de fronteras adentro en las naciones industriales, se perjudicaron más quienes tenían un alto grado de dependencia del exterior y no podían imponer precios, ni volúmenes, ni condiciones comerciales o financieras, como los países latinoamericanos.

Uruguay, a pesar de la peculiaridad de su producción, que por atender alimentación (carne) y vestimenta (lana, cuero) era imprescindible y le permitió diversificar mercados y atenuar la dependencia, por su escaso peso en el mercado mundial (dado el pequeño volumen de su producción) no podía imponer precios sino aceptarlos, ni fijar volúmenes sino vender lo que le aceptaran comprar, ni financiar transportes, seguros, comercialización.

La caída de los precios de sus productos básicos (carne y la lana) …la baja de las importaciones, el pago de obligaciones exteriores (deuda externa, dividendos de empresas extranjeras), todo conspiró contra la estabilidad del peso uruguayo. Ya en 1930 éste se desvalorizó en 15%, pero en octubre de 1931 la desvalorización llegaba al 60% de la paridad legal con el dólar y la libra esterlina.

El costo de vida subió en consecuencia, con la consiguiente caída del salario real, angustia económica de los sectores que vivían de ingresos rígidos (obreros, empleados, jubilados) y desocupación.

El Censo Industrial de 1930 registró 94.000 trabajadores, estimándose en 30.000 el número de desocupados. Quienes tenían empleo tampoco se encontraron a salvo de la crisis. La Oficina Nacional del Trabajo estableció en ese mismo año que un tercio de los asalariados ganaba menos de lo requerido para su subsistencia y que los otros dos tercios no podían mantener un hogar con sus salarios industriales.

En buena parte, esa situación era resultado de la política europea tendiente a cerrar sus fronteras o formar áreas privilegiadas de comercio. Por ejemplo, nuestro tradicional comprador de carnes frigorificadas (en cuya industria estaba empleada una buena proporción de los obreros industriales uruguayos), Inglaterra, firmó en 1932 los Convenios de Ottawa con sus dominios (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, etc.), dándoles preferencia para comprar sus carnes y no las nuestras (ni las argentinas). El volumen de carnes uruguayas que de allí en adelante estuvieron los ingleses dispuestos a comprar fue 10% menor en las congeladas y 35% menor en las enfriadas de los volúmenes habituales.

Si a la limitación de las cantidades exportadas se le agrega la caída de los precios (53% menos entre 1929 y 1932, promedio mundial), se comprende fácilmente que la industria uruguaya del frio se estancara, cerraran o se enlentecieran plantas y se produjeran despidos.

La desocupación continúo creciendo y en 1933 había alcanzado una cifra superior a las 40.000 personas, cercana a la mitad de las relevadas por el Censo de 1930.

Las medidas para enfrentarla fueron de distinta orientación. Desde la clásica de fomento a las obras públicas (carreteras, caminos), hasta la disminución de las horas de trabajo en algún sector, como la "semana inglesa" (1931) en el comercio; pasando por la restricción a la inmigración (1932), cuyo objetivo económico expreso de asegurar el escaso empleo a los uruguayos no ocultaba empero un matiz político (evitar el ingreso de "indeseables") y otro racial (contra negros, gitanos y asiáticos). Los obreros no lograron reunirse en un solo organismo sindical. En 1929 se fundó la C.G.T. (Confederación General del Trabajo), de tendencia comunista, al lado de las ya existentes FORU. (Federación Obrera Regional Uruguaya) y U.S.U. (Unión Sindical Uruguaya), ambas de orientación anarquista.

En cambio, el patronato se unifico en el poderoso Comité de Vigilancia Económica (setiembre de 1929), a impulsos de la combativa Federación Rural. Congregando a las centrales empresariales del agro, el comercio y la industria, funcionó como un poderoso grupo de presión extrapartidario que actuó abiertamente en contra de "la política socializante del Poder Ejecutivo" (de la rama Colegiada, donde estaban los batllistas), y a favor de detener "exageraciones demagógicas en materia económica y social”. Para ello englobó en sus ataques al Consejo Nacional de Administración, a los organismos del Estado, a la burocracia y al gasto político, y reclamó que se le diera a "una sola persona" todo el poder de decisión en el terreno económico y financiero. Los gestores intelectuales de la futura dictadura de Terra surgieron así en el campo económico antes que en el político.

Ello es explicable teniendo en cuenta los efectos desastrosos de la crisis mundial en los sectores económicos que esas gremiales patronales representaron.

Por ejemplo, los ganaderos vieron descender en 40% el precio de la lana y su volumen exportado en 28%, la carne exportada tuvo descensos similares y el ganado perdió en Tablada el 40% de su valor. La Federación Rural fue la comprensible impulsora, entonces, de un grupo de presión que abogaba contra el "derroche" urbano y a favor de políticas protectoras del agro contra el vendaval externo.

También los industriales reclamaron: sus exportaciones cayeron más de un tercio y las importaciones de máquinas y equipos industriales bajaron a la tercera parte en dos años, lo que se reflejó en quiebra de empresas o reducción de actividades, ejemplificadas en los números crecientes de desocupados.

Los comerciantes mayoristas recibieron el impacto del descenso a la mitad de las cifras de exportación e importación (índice 107 en 1930 a índice 62 en 1932), lo que disminuyó bruscamente sus ingresos. Viejas casas comerciales redujeron su personal y limitaron su giro, perdiendo vínculos comerciales con el exterior que les eran vital”.

Nahum, B. (2017). Manual de Historia del Uruguay. Tomo II: 1930-2010. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

Págs. 134.137

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