Ficha 2: La conformación del mercado mundial capitalista (1850-1914)
La conformación del mercado mundial capitalista (1850-1914)
Paula Inés Sofía
“Durante
la segunda mitad del siglo XIX se produce un enorme crecimiento del comercio
internacional y de larga distancia mediante la paulatina ampliación del mercado
mundial y la incorporación a éste de países y regiones del planeta que, hasta
el momento, habían tenido escasa o ninguna participación en la economía mundial
capitalista. Varios fueron los factores eslabonados que posibilitaron la
expansión del capitalismo en este período y su constitución como sistema
hegemónico internacional. Uno de ellos (...) se relaciona con
la gradual desaparición de los obstáculos naturales existentes para el
transporte, tanto terrestre como marítimo, de mercaderías y personas. En
efecto, el ferrocarril primero y luego el buque a vapor permitieron el traslado
a media y larga distancia de todo tipo de bienes-y no sólo de bienes suntuarios
de alto valor, como ocurría en la etapa preindustrial- en forma cada vez más
segura y barata, "acortando" las distancias y convirtiendo al mundo
en una gran "aldea global". Estas mejoras en el transporte fueron
posibles gracias al desarrollo, durante el siglo XIX, de innovaciones
tecnológicas que produjeron el desplazamiento del primer núcleo dinámico de la
Revolución Industrial -el textil- hacia el núcleo metalmecánico. Así, la
producción de hierro, y posteriormente de acero, permitió la fabricación de rieles,
vagones y locomotoras y barcos movidos por la energía del vapor. Otro elemento
a analizar-en estrecha dependencia con el anterior- en la conformación de la
economía mundial es la difusión de la Revolución Industrial. Como ya hemos
visto, durante la segunda mitad del siglo XIX Gran Bretaña había dejado de
ostentar el monopolio de la industrialización. Si bien mantenía su hegemonía
como primera potencia mundial (recién después de 1890 Estados Unidos y Alemania
la sobrepasaron como primer productor industrial, pero se mantuvo como primera
potencia comercial y financiera hasta la Primera Guerra Mundial), debía
competir con un creciente número de naciones europeas-y de fuera de Europa,
Estados Unidos y más tarde Japón-en rápido proceso de industrialización. Estas
nuevas naciones industriales, sobre todo durante la primera mitad del siglo
XIX, utilizaban altos aranceles aduaneros -y, en algunos casos, la prohibición
estricta de importar determinados artículos- con la finalidad de proteger su
producción local de la competencia extranjera, fundamentalmente de la más
avanzada producción industrial británica, es decir que utilizaban políticas
arancelarias proteccionistas Sin embargo, desde aproximadamente 1850 hasta
mediados de la década de 1870 Gran Bretaña impulsó -a través de su diplomacia y
sus políticas y tratados comerciales- la moderación paulatina de las tarifas
proteccionistas, hasta llegar, durante 1860 a 1870, a una situación cercana al
absoluto librecambio en el ámbito internacional.
Ahora
bien, ¿cuáles fueron las razones que llevaron a Gran Bretaña a fomentar
sistemáticamente el libre comercio? Por un lado, ya hemos mencionado la
dependencia británica del comercio exterior, que la impulsó durante todo el
siglo a orientar su economía cada vez más hacia la exportación. A diferencia
de, por ejemplo, Estados Unidos, que poseía un potencial mercado interno enorme
en crecimiento y contaba con gran cantidad de materias primas en su territorio,
Gran Bretaña gozaba de un mercado interno estable pero limitado y era, además,
el mayor importador de bienes primarios del mundo. Así, no obstante ser el más
importante exportador de productos industriales, su necesidad de comprar en el
exterior insumos para sus industrias, como algodón y lana u otras materias
primas y alimentos-carne, azúcar, té, trigo y otros cereales, etc.-le generaba
saldos negativos en su balanza comercial. Este déficit debía ser compensado en
la balanza de pagos" mediante las llamadas exportaciones
"invisibles" británicas, es decir, exportaciones de servicios
-comerciales, financieros y de transporte e inversiones extranjeras. La
libertad de comercio parecía, entonces, indispensable a Gran Bretaña para
mantener el crecimiento de su economía.
Asimismo,
los más importantes exponentes del pensamiento económico capitalista de la
época se habían posicionado teóricamente en favor del libre comercio. Tanto
Adam Smith (1723-1790] como David Ricardo [1772-1823)-en sus ya clásicas obras
La riqueza de las naciones [1776] y Principios de economía política [1817]-basaban
sus argumentos en defensa de la liberalización del comercio internacional en el
principio de la división del trabajo, no sólo en el interior de las empresas
sino también entre naciones. Cada país debería especializarse en los productos
que podía producir con "ventajas comparativas" para luego
intercambiarlos en el mercado externo (de acuerdo con esto, no tenía sentido
que un país que contara con grandes extensiones de tierra muy fértil se
dedicara a la producción textil, siderúrgica o química; debería especializarse
en los productos agrícolas que mejor y más barato pudiera producir). Este ideal
teórico liberal de la división internacional del trabajo funcionó durante esta
etapa, y prácticamente hasta 1930, como patrón de incorporación al mercado
mundial de los países no industrializados y como eje de la organización del
comercio internacional entre países desarrollados y no desarrollados. En
efecto, la difusión de la Revolución Industrial sólo en algunas naciones
europeas y Estados Unidos generó un nivel de desarrollo desigual entre países,
plasmándose en este período una economía mundial capitalista dividida entre
países industrializados -desarrollados- productores y exportadores de bienes
manufacturados y países no industrializados -subdesarrollados- productores y
exportadores de bienes primarios; en estos últimos, económicamente dependientes
del "núcleo desarrollado", toda la economía nacional se sostenía en
la suerte de uno o pocos productos primarios (por ejemplo, la Argentina: cuero
y lana y posteriormente carne y trigo, Brasil: café; Australia: lana, los
países de América Central: azúcar, Chile: minerales; etcétera.”
En:
MARCAIDA, Elena V. (Compiladora) Estudios de historia económica y social.
De
la Revolución industrial a la globalización neoliberal. Buenos Aires,
Biblos, 2002. (Págs. 107-108)
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