Ficha 5. Militarismo: Latorre
Los objetivos de Latorre
“… el régimen latorrista nació
para asegurar el desarrollo de las fuerzas productivas del país, tarea para la
cual el principismo no tenía respuestas. Desde su primer día de gobierno,
Latorre y quienes constituían su base de sustentación, atacaron dos objetivos: (a)
el logro de la paz interna y el orden (en la campaña, sobre todo); (b)
la afirmación del derecho de propiedad privada.
a) La paz interior y la unidad
del país: los instrumentos
Las disposiciones de la
Constitución de 1830 sobre unidad del Estado y atribuciones del poder central
no habían tenido hasta entonces aplicación real. La regionalización del país
era mucho más verdadera que la unidad jurídicamente consagrada. En el mejor de
los casos, la autoridad del gobierno se ejercía a través de los caudillos
regionales (*). La célebre frase de un caudillo regional reprimido por el
gobierno: "¡El gobierno se nos ha sublevado!", es, en su aparente
absurdo, la mejor síntesis de aquella realidad.
Los sectores sociales dominantes
intuyeron que el fortalecimiento de la autoridad del Estado era el precio a
pagar para el logro de un proceso de estímulo a la economía. Había que empezar
por modernizar el aparato técnico del Estado y eliminar las barreras -así
fueran normas jurídicas vigentes- que perturbaran el pleno ejercicio de aquella
autoridad.
A poco de asumir el poder,
Latorre ordenó que varios cuerpos del ejército se distribuyeran por la campaña
en apoyo de la policía. Estaba dispuesto a cortar de raíz el imperio del abigeo
(hurto de ganado) y el "matrerismo". Estableció, además, que los
límites de un departamento ya no serían fronteras que impidieran a la policía
del mismo la persecución de delincuentes. Así era hasta entonces; otra tajante
demostración de la regionalización del país.
El ejército que movilizó Latorre
contó con el nuevo fusil "Remington", monopolizado por el Estado
(decreto de mayo de 1876). El arma reunía dos cualidades básicas -mayor alcance
y rapidez de tiro-, que desequilibraban la balanza de los enfrentamientos. Por
su costo, además, estaba en general fuera del alcance de los particulares. El
régimen latorrista utilizó los nuevos medios de comunicación y transporte con
un claro sentido político, más que con propósitos económicos.
Todas las capitales
departamentales quedaron comunicadas por medio del telégrafo, operado por
empresas particulares. El gobierno planeó un sistema propio para poner en
contacto las comisarías de cada departamento con la jefatura correspondiente y
a las jefaturas con Montevideo, pero el elevado costo sepultó el proyecto.
Latorre utilizó intensamente el telégrafo, importantísimo para el control y ejercicio
de la autoridad sobre el país.
Papel similar debía cumplir el
ferrocarril, pero su avance era muy lento. Para 1880 el Ferrocarril Central
llegaba a Durazno (210 kms.), cruzando el río Yi sobre un puente de más de
seiscientos metros. Un ramal anexo unía 25 de agosto con San José.
A mediados de 1877 fueron
estatizadas las sucursales de correos, que funcionaban hasta entonces en manos
de particulares y de manera bastante deficiente, creándose la Dirección y
Administración General de Correos, Nació así un servicio de estructura
nacional.
La administración de justicia,
servicio típicamente estatal, fue tecnificada. Los alcaldes ordinarios,
principales magistrados a nivel departamental, fueron sustituidos gradualmente
por Jueces Letrados Departamentales. Varios Códigos dieron envoltura jurídica a
la nueva realidad de un poder estatal que se quería más eficaz y expeditivo: Código
de Procedimiento Civil (obra de Joaquín Requena) y Código de Instrucción
Criminal (de Laudelino Vázquez), ambos de 1878. El Código Rural, cuya vigencia
antecedió en dos meses al gobierno de Latorre, fue aplicado efectivamente por
éste, como veremos. Experimentó reformas de importancia en 1879.
A partir de 1879, con la creación
del Registro del Estado Civil, el Estado controló nacimientos, defunciones,
matrimonios, legitimaciones y reconocimientos, sustituyendo a la autoridad
eclesiástica.
b) La afirmación del derecho
de propiedad privada: los instrumentos
El proceso de racionalización de
la producción, tendiente a una mayor productividad del sector agropecuario,
exigía, en las coordenadas del régimen, la afirmación del derecho de propiedad
privada. La Constitución del 30 lo definía como sagrado e inviolable, mientras
que el Código Civil -tomando el concepto del derecho francés- precisaba:
"El dominio (que se llama también propiedad) es el derecho de gozar y
disponer de una cosa arbitrariamente, no siendo contra la Ley o contra derecho
ajeno".
Pero así como la autoridad del
Estado había sido muy débil hasta entonces, también el derecho de propiedad
había resultado poco efectivo. El método de la denuncia, los vaivenes de las
guerras civiles, las donaciones, los despojos lisos y llanos, llenan muchos
capítulos de la historia nacional. Mientras los poseedores de la tierra
estuvieron en condiciones de aumentar sus campos, poco o nada se preocuparon de
estabilizar el derecho de propiedad. Pero ahora era distinto. El proceso de
apropiación había llegado a su fin (ni las tierras fiscales se salvaban) y era
preciso legitimarlo. En otras palabras, convertir en propiedad de derecho lo
que hasta entonces era en muchos casos pro- piedad de hecho, valga la licencia.
El sector más evolucionado del medio rural quería racionalizar sus
explotaciones, lo cual exigía inversiones elevadas. Había que asegurar el pleno
goce de la propiedad. Varios mecanismos fueron utilizados:
El alambramiento
El proceso de cerramiento de los
campos utilizando alambrados había comenzado en 1872. Pero a partir de 1876
adquirió un ritmo vertiginoso. Liberados de impuestos aduaneros, alambre y
postes de ñandubay ingresaron en elevadas cantidades:
CUADRO N° 1
Año |
Alambre en miles de kilos |
1877 |
6646 |
1878 |
6675 |
1879 |
10290 |
1880 |
14127 |
El alambramiento perseguía fines
bien concretos:
·
Delimitar con exactitud la propiedad y
asegurarla;
·
Permitir una explotación más racional del ganado
(potreros, mestización);
·
Impedir la utilización del campo por ganados de
los llamados "ganaderos de nombre", es decir aquellos que siendo
dueños de ganado carecían de campo propio para sostenerlo.
Mientras que en su versión
originaria el Código Rural no establecía la obligatoriedad del cerramiento, la
revisión de 1879 la introdujo indirectamente al establecer la medianería
forzosa: el estanciero que alambraba su campo tenía derecho a exigir la mitad
del precio a sus linderos. Por su parte, y era otra forma de presión, la Ley de
Contribución Directa (Inmobiliaria, se llamaría más adelante) gravaba más
rigurosamente a los campos sin alambrado.
Código Rural
Fue otra pieza maestra del nuevo
ordenamiento que se deseaba imponer en la campaña. Redactado por la Asociación
Rural (y aprobado sin discusión) entró en vigencia el 17 de enero de 1876 pero
fue con Latorre que se efectivizó.
En lo esencial, el Código
procuraba: asegurar la propiedad sobre la tierra (deslinde, amojonamiento,
titulo perfecto, facilidades para el cerramiento) y sobre el ganado (marcas y
señales; guías exigibles a comerciantes en ganado; fuerte castigo para el delito
de abigeo), así como asegurar el orden, legislando sobre policía (admitiéndose
incluso policía privada), pulperías, peones, etc.
Tres años de experiencia
revelaron insuficiencias del Código, a la luz de los objetivos perseguidos. Fue
modificado en 1879 en dos puntos importantes: se introdujo de hecho la medianería
forzosa, y se estableció la pena de prisión para todos los responsables del
abigeo, eliminándose la posibilidad de liberarse mediante pago de una multa, lo
cual beneficiaba a los más pudientes.
Complemento indispensable de las
disposiciones del Código Rural fueron los registros, destinados a afianzar la
seguridad de la propie- dad. Así surgieron: 1) Registros de Propiedades
Departamentales y Seccionales (1878), y 2) Oficina General de Marcas y Señales
de ganado (1877). Los primeros permitieron a muchos estancieros consagrar su
derecho de propiedad sobre campos hasta entonces en litigio.
Policía
A su reforzamiento, ya referido,
hay que añadir que el gobierno permitió y estimuló el uso discrecional de la
fuerza, entendiendo que el objetivo de la protección del derecho de propiedad y
la paz rural justificaba los excesos. Los voceros gubernamentales (caso del ministro
de Gobierno José Ma. Montero) fueron explícitos:
"El gobierno Provisional no
trepido ante la presencia de tanta relajación moral. La persecución al criminal
ya todo hombre vicioso y perjudicial por sus malos hábitos, se comenzó sin
tregua ni consideraciones”.
La base social del
régimen
Latorre fue el personero de las
llamadas fuerzas vivas o clases conservadoras del país. La esterilidad de los
recientes gobiernos les confirmó la necesidad de un gobierno fuerte, de un
verdadero Poder Ejecutivo, desembarazado de trabas institucionales.
Esos sectores son fácilmente distinguibles:
- En el medio rural, la década del 70 muestra la pujante presencia de una verdadera nueva clase de estancieros, producto fundamentalmente de la inmigración. Abundaban en ella los apellidos ingleses y franceses, muy unidos al triunfo del ovino. Este sector prevaleció en el Litoral del rio Uruguay, la zona relativamente más desarrollada de la campaña. Verdadera élite rural, se había aglutinado desde 1871 en la Asociación Rural y a través de la revista de la Asociación, de artículos periodísticos, conferencias y de la propia demostración práctica, propagaba la necesidad de ajustar la producción agropecuaria a los cánones modernos. El nuevo concepto de la estancia como empresa había sido introducido por ellos. Sin esta nueva clase alta rural, afirman Barrán y Nahum, "la nación se hubiera estancado". Domingo Ordoñana, un español afincado en el Uruguay desde 1840, era el lúcido líder del sector. La Asociación Rural fue un pilar básico del latorrismo, comprometiéndose con él de manera completa. Latorre la consultó, en materia rural, hasta en cuestiones de tipo menor. En la práctica fue un organismo semi oficial.
- Pero el grupo mayoritario lo
formaban los estancieros tradicionalistas, cómodamente apegados a la producción
rutinaria. Por su bajísimo costo, ésta aseguraba suficientes ganancias. En
buena proporción eran brasileños o de ascendencia brasileña y dominaban en las zonas
norte, centro y este. Si bien no estaban interesados por los cambios en la
explotación ganadera, compartían con el sector progresista las aspiraciones a
la paz y el orden.
-Factor importante en el ascenso
de Latorre al poder, y sostén de su gobierno fue el sector del gran comercio
montevideano. Monopolizaba el oro, merced a su dominio del comercio exterior,
siendo, por consecuencia, enemigo declarado del papel moneda. Es significativo
que el Juez de Comercio Juan A. Vásquez, que había librado batalla contra el
curso forzoso, fuera el gestor visible del movimiento de apoyo a Latorre y se
convirtiera en uno de sus ministros. También este sector estaba liderado por
una nueva clase, producto de la inmigración. En ella aparecen claros rasgos de
la mentalidad capitalista. Se agrupaba en torno al Centro Comercial y a la
Bolsa de Comercio, siendo el Banco Comercial y el Banco de Londres dos de sus reductos
importantes.
La élite rural y el gran comercio
constituían típicos grupos de presión. Arquitectos del nuevo régimen, van a
ser, naturalmente, sus principales beneficiarios.
El papel del
ejército
El ejército había experimentado
en la década pasada una transformación indudable, por más que puedan discutirse
sus alcances. La guerra del Paraguay (1865-70), el levantamiento de Timoteo
Aparicio (1870-72) y la "Revolución Tricolor" (1875) determinaron
que: aumentara sus efectivos; mejorara su nivel profesional; fuera dotado de
mejor armamento; adquiriera conciencia de su potencial político. El ejército
era otro grupo de presión, particularizado por la posesión del poder coactivo.
La crisis de 1875 le dio oportunidad de llenar el vacío de poder que surgió. En
el período latorrista actuó con autonomía de las banderías tradicionales, pero
tampoco persiguió objetivos propios. Fue, en definitiva, instrumento de la
instauración de un cierto concepto de orden que ansiaban determinados sectores.
Sobre esas bases, fuerzas vivas y ejército, operó el gobierno de Latorre”.
MENDEZ
VIVES, E. El Uruguay de la Modernización 1876-1904. Historia Uruguaya Tomo 5.
Ediciones
de la Banda Oriental, Montevideo, 1980. Págs. 10-15
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